Que pasa el tiempo rápidamente no lo duda nadie y que parece que en determinadas etapas de la vida el tiempo corre más, también lo afirman muchos.
A los que nos dedicamos a la enseñanza no hay cosa que nos agrade más que tus alumnos te llamen y te reconozcan al verte por la calle.
Hace catorce años, estuve destinado en un pueblecito de la Comarca de Valencia de Alcántara, Carbajo. Allí dediqué un año a niños de Educación Infantil y niños de 1º y 2º de Primaria. A algunos de esos alumnos, después de estos años los he visto en alguna ocasión por lo cual a ellos los sigo reconociendo y ellos me siguen reconociendo. Pero a otros alumnos no los he vuelto a ver.
Ayer en la calle me llamó la atención uno de los alumnos de los que no había vuelto a ver. Muy educadamente se dirigió a mí, ante lo cual le dije que quién era. Me contestó, soy Raúl de Carbajo. Rápidamente caí en él pero no con la rapidez con la que él me reconoció a mí. Han pasado catorce años y ese niño de seis-siete años ya es un hombre hecho y derecho, preparando oposiciones para intentar forjarse un futuro. Le advertí que cuando me volviera a ver que no dudara en llamarme la atención.
¡Cómo pasa el tiempo!, y lo que han cambiado las cosas. Cambian los niños que se convierten en adultos, cambiamos nosotros que vemos las cosas y la vida desde otras perspectivas y cambian los medios.
Carbajo contaba con dos aulas , en una se concentraba Educación Infantil y primer ciclo de Primaria y el otro aula atendía al segundo y tercer ciclo de Primaria. Dos maestros (Angelita, hoy ya jubilada y yo) con la ayuda de los profesores especialistas éramos junto a alumnos y padres (muy comprometidos) el alma mater del Colegio. La calefacción era a base de estufas de leña, no teníamos fotocopiadora, los miércoles subíamos al Ayuntamiento para poder poder fotocopiar fichas u otros documentos, para ir al baño había que salir del edificio..... pero que "agustito" estábamos allí.
Camino de Carbajo, pasado Membrio, en la época de la berrea era todo un lujo ver a los ciervos próximos a los cerramientos de las fincas.
Eran años con poquísimos medios, la necesidad de formación del profesorado nos hacía constituir grupos de trabajo y juntarnos en localidades como Santiago de Alcántara, Herrera de Alcántara y Cedillo.
Los pocos recursos económicos hacía que para ir de excursión había que sudar la camiseta, organizar rifas, actuaciones (a las que acudían todo el pueblo) para conseguir unas miles de pesetas para ,en esa ocasión, visitar la ciudad de Béjar.
Alli, en Carbajo. la cercanía a todos era importantísima y además la gente valoraba que te acercaras a ellos. Recuerdo a Remi, Toñi, Chencho, Kiko, Dionisio, Juan y las buenas cervecitas que a medio día nos tomábamos en el bar de Kiko.
Los niños eran niños, niños muy identificados con el medio rural en el que vivían , medio que querían y respetaban.
Y así entre ellos pasé el año, un año fabuloso, que el niño y alumno Raúl , ahora con sus veinte años, me ha hecho recordar.
A los que nos dedicamos a la enseñanza no hay cosa que nos agrade más que tus alumnos te llamen y te reconozcan al verte por la calle.
Hace catorce años, estuve destinado en un pueblecito de la Comarca de Valencia de Alcántara, Carbajo. Allí dediqué un año a niños de Educación Infantil y niños de 1º y 2º de Primaria. A algunos de esos alumnos, después de estos años los he visto en alguna ocasión por lo cual a ellos los sigo reconociendo y ellos me siguen reconociendo. Pero a otros alumnos no los he vuelto a ver.
Ayer en la calle me llamó la atención uno de los alumnos de los que no había vuelto a ver. Muy educadamente se dirigió a mí, ante lo cual le dije que quién era. Me contestó, soy Raúl de Carbajo. Rápidamente caí en él pero no con la rapidez con la que él me reconoció a mí. Han pasado catorce años y ese niño de seis-siete años ya es un hombre hecho y derecho, preparando oposiciones para intentar forjarse un futuro. Le advertí que cuando me volviera a ver que no dudara en llamarme la atención.
¡Cómo pasa el tiempo!, y lo que han cambiado las cosas. Cambian los niños que se convierten en adultos, cambiamos nosotros que vemos las cosas y la vida desde otras perspectivas y cambian los medios.
Carbajo contaba con dos aulas , en una se concentraba Educación Infantil y primer ciclo de Primaria y el otro aula atendía al segundo y tercer ciclo de Primaria. Dos maestros (Angelita, hoy ya jubilada y yo) con la ayuda de los profesores especialistas éramos junto a alumnos y padres (muy comprometidos) el alma mater del Colegio. La calefacción era a base de estufas de leña, no teníamos fotocopiadora, los miércoles subíamos al Ayuntamiento para poder poder fotocopiar fichas u otros documentos, para ir al baño había que salir del edificio..... pero que "agustito" estábamos allí.
Camino de Carbajo, pasado Membrio, en la época de la berrea era todo un lujo ver a los ciervos próximos a los cerramientos de las fincas.
Eran años con poquísimos medios, la necesidad de formación del profesorado nos hacía constituir grupos de trabajo y juntarnos en localidades como Santiago de Alcántara, Herrera de Alcántara y Cedillo.
Los pocos recursos económicos hacía que para ir de excursión había que sudar la camiseta, organizar rifas, actuaciones (a las que acudían todo el pueblo) para conseguir unas miles de pesetas para ,en esa ocasión, visitar la ciudad de Béjar.
Alli, en Carbajo. la cercanía a todos era importantísima y además la gente valoraba que te acercaras a ellos. Recuerdo a Remi, Toñi, Chencho, Kiko, Dionisio, Juan y las buenas cervecitas que a medio día nos tomábamos en el bar de Kiko.
Los niños eran niños, niños muy identificados con el medio rural en el que vivían , medio que querían y respetaban.
Y así entre ellos pasé el año, un año fabuloso, que el niño y alumno Raúl , ahora con sus veinte años, me ha hecho recordar.